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22 Mar 2016 Dime que haces con tu día y te diré quien eres
El otro día me tomé un día libre para mi cumpleaños. Este año me regalé un día sin trabajar y aunque al principio no les voy a negar que lo dudé (pensé que quizás era mejor guardarlo y tomármelo cuando me fuera de vacaciones) finalmente terminé disfrutándolo. En ese día libre, lleno de tiempo para mí me di cuenta de que a veces no soy consciente como invierto mi tiempo, como gasto mis horas. Cada día el universo nos deposita en nuestra “cuenta de vida” 24 horas. Sería como ir a un cajero y todos los días tener 24 horas cash para gastar. Pero muchas veces no somos conscientes que hacemos con ese “cash”.
Hay parte de ese tiempo, que de lunes a viernes sabemos que sí o sí tenemos que gastar en dormir (8 horas), en estudiar o trabajar (8 horas) así que la cuenta bancaria VIDA va bajando hora a hora. En el mundo occidental, con las rutinas laborales de 8 horas nos quedan en promedio más o menos 8 horas libres diarias para invertirlas en lo que queramos. Pero muchas veces sin darnos cuenta, “gastamos” horas de ese cash en cosas que no disfrutamos, en cosas que hacemos cómo robots mecánicos que no nos llevan a nada.
Uno de los males de las actuales sociedades modernas es el famoso “no tengo tiempo”, el “ando corriendo” y la frase de cabecera “estoy estresado”. Cómo si ese cash no nos diese para todo lo que tenemos que hacer, vivimos corriendo atrás de agendas sobre cargadas de cosas y compromisos. ¿Cuándo nos convertimos en esta especie tan estresada que corre por todo?
Hacer tiempo para uno mismo, guardar parte de ese “cash” para invertirlo en nosotros, en lo que disfrutamos debería ser una de nuestras prioridades. Es verdad que hay que invertir tiempo en ciertas actividades, pero es igual de importante invertirlo en nosotros, en esas cosas que nos llenan el corazón. Después de hacerlo nos damos cuenta que deberíamos hacerlo más seguido. Puede ser esa caminata que estás postergando porque no tenés tiempo, esa cita contigo mismo en el museo que más te gusta, esa hora de deporte para vos, ese café contigo mismo en el nuevo lugarcito de la esquina, esa media hora de meditación que dejaste de hacer porque no tenés ni un segundo libre y la lista sigue con lo que más disfrutes hacer… pintura, zumba, yoga, golf, fútbol, leer o simplemente estar con UNO sin hacer nada. Nada.
Cultivar tiempo para uno es una forma de quererse, de mimarse, de cuidarse, de darse ese espacio tan necesario en este loco mundo que gira sin parar.
Al final de cuentas somos la suma de lo que hacemos, minuto a minuto, hora a hora, día a día. Si podemos ver esto, podemos empezar a hacer cosas que nos acerquen a lo que queremos SER, a cómo nos queremos SENTIR. Y seguir cumpliendo con nuestras obligaciones de una manera más apacible, más amorosa. Comencé este artículo con la frase “Dime que haces con tu día y te diré quien eres” y para cerrar agregaría “Observa que haces con ella, cambia y ajusta lo que consideres necesario y comienza a invertir tu tiempo en construir lo que quieras ser”.
Cariños desde la tierra de la casi Primavera, Carolina.