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31 Mar 2016 Vivir el presente, vivir el regalo
Existen libros, conferencias, más libros y millones de artículos sobre el arte de estar presente. El mundo entero habla de “vivir el presente”, “vivir el hoy” parecería que se puso de moda. Grandes masas de personas consumen técnicas de meditación de todo tipo, color y tamaño, clases de yoga, pilates, respiración para conectar con el momento presente. Pero seguimos una y otra vez corriendo para tener el control de nuestro presente y futuro. Nos cuesta mucho entender el significado de PRESENTE, verlo como dice su propio nombre: un REGALO y como cualquier regalo que a uno le hacen hay que abrirlo y disfrutarlo.
Parecería paradójico que las cosas más simples son las que más nos cuestan, son cosas que quizás de pequeños nos salían más naturales y a medida que fuimos creciendo fuimos perdiendo esa frescura de vivir el momento, de estar presentes. Y en esa pérdida de presencia, nos empezamos a preocupar por el futuro o a complicar nuestro presente con los miedos del pasado. Al olvidarnos de estar aquí y ahora, mezclamos todo, nos entreveramos y esa manera de vivir desde la mente nos aleja de nuestro corazón.
Es muy humano querer tener el control de TODO. Queremos tener el control de lo que nos va a pasar, como nos va a pasar, en el momento que nos quede bien que nos pase. Entonces la mente arma, desarma, nos altera porque no lo estamos consiguiendo, cuando lo estamos consiguiendo nos vuelve a alterar por que lo podemos perder, es un AGOTE. O sea, muy lejos del concepto de estar presentes, de disfrutar lo que tenemos, de estar hoy aquí y ahora.
Imagínense querer controlar el clima. Imagínense por un segundo a cualquiera de sus amigos o conocidos diciendo tranquilo si yo ya dije que “hoy tiene que salir el sol” y “mañana tiene que nevar”. Seguramente lo mirarían como un loco, porque no hay forma de controlar el clima, ni siendo el mejor meteorólogo, ni siendo nadie. Con la vida es igual, cada vez que caemos en el papel de tengo todo bajo control, ya seguí el paso 1, 2 y 3 así que no hay manera que me pase nada, algo pasa. Entonces esos días que queremos que salga el sol y en realidad llueve, nos malhumoramos, nos enojamos con todo, el mundo exterior tiene TODA la culpa. Y ese “mundo exterior” toma la forma que tengamos ganas ese día: nuestra pareja, el trabajo, la familia, el gobierno, el presidente de turno, el país donde vivimos y hasta el más inocente clima, si así de malos nos ponemos. En conclusión nos invade el malestar, la incomodidad y hasta a veces la angustia. Cómo se atreve el clima a contradecirnos.
Ahora, cuando somos un poco más humildes y nos damos cuenta que si llueve o sale el sol, en realidad es lo mismo, no le damos una etiqueta mental de “la lluvia no me gusta”o “que esté soleado es mejor”, nos damos la posibilidad de disfrutar de ambas no controlándolas, sólo estando presente. PRESENCIANDO eso que está pasando, disfrutando el regalo. Creer que se puede controlar la vida es lo mismo que creer que se puede controlar el clima y que yo sepa nadie lo ha logrado. Así que la propuesta es sacar el paraguas o las botas de lluvia o ponerse los lentes de sol y tratar de pasarla bien de las dos maneras.
Me pueden decir que suena muy fácil y yo les puedo decir que sé lo difícil que es llevarlo a la práctica. Quizás haciendo cambios de a poco, aunque sean pequeños momentos en que paremos ese “meteorólogo loco controlador” que todo lo sabe y todo lo tiene calculado, desde ahí vamos a ir ganando terreno en el disfrute, en el estar presente. Es un trabajo paso a paso, metro a metro, yarda a yarda, pero como dijo J. C. Lewis, paso a paso uno llega lejos…
Que tengan un fin de semana increíble, lleno de siestas y disfrute! besos, Caro.